martes, 31 de julio de 2012

Lluvia sobre charcos

 I

 Yo era fragmentos.
 Yo miraba los árboles y las piedras,
 yo pasaba largas horas junto a ellos.

Yo miraba sus luces
como se miran
los grandes ojos amados.

La luz era un abismo para yo.

Yo quería silencio.
Y yo era la prueba del silencio.

Quería comprender la luz.
Mi desnudez se componía
de huellas arrancadas
a las transparencias del día.

Yo veía las cosas como procesos a develarse. Nada estaba en su lugar preciso. Yo acomodaba sombras y sangraba. La luz me curaría el tiempo lastimado. Yo pensaba. Yo escribía palabras, palabras que yo escribía para esconderlas mejor. No importaba lo iluminado, sino la luz no develada. Yo era yo. Yo siempre era. Yo siempre era yo era. La memoria se descalza, y el jardín es pasto que sonríe mojado. ¿qué puedo develar desde este roce que no desnuda pero habita en desnudez inmensa? II Llueve sobre el jardín. Sobre los charcos las gotas se convierten en dianas. Llueve y me pregunto por qué toda caricia da en su centro.